Para encontrar cacao chuncho, debemos subir a las alturas de Cusco y luego bajar, en un recorrido de seis horas, hasta la ceja de selva, por Maranura y Quillabamba. Me emociono cada vez que emprendo este viaje; no solo por que me acerca a uno de los mejores cacaos peruanos, sino por que me encuentro con un personaje muy especial, como es Adolfo Figueroa. Con el recorro el Fundo cucabanbillas, un lugar maravilloso que debería replicarse en otros lugares del país. Allí a levantado Adolfo su paraíso.
Si algún día se anuncia la llegada del fin del mundo, me escaparía a vivir allí mismo, entre cerros verdes, frutales que dan todo el año, ríos limpios y un cielo tan azul que parece que lo han pintado. Allí me quedaría con la familia Figueroa, que es la familia perfecta. Lo entiendo cuando Adolfo prepara la mesa del almuerzo bajo la sombra de un árbol centenario que nos protege de con sus enormes ramas. En ese momento, rodeado por toda la familia abuela, tías y tíos incluidos, nos cuenta la historia del cacao Chuncho.
Cuando Comprò, estas tierras, hace 36 años, había algunos arboles de cacao adultos que todavía continúan allí: son como patriarcas de la naturaleza, con sus cerca de ochenta años de vida. No son, ciertamente, los arboles mas productivos, pero sus semillas dan vida a un cacaotal ejemplar.
Aquí comenzó la cruzada or recuperar el autentico cacao Chuncho, que era amenazado por híbridos traídos por algunos de los programas de desarrollo que se impulsaron en los noventa. El Chuncho original, el autentico, es de mazorca pequeña y producción modesta, ningún Chuncho «mejorado» se acerco a las cualidades del original. Si bien el Chuncho es mas trabajoso, es también mucho mas rentable.
Los cacaos de Cucabambillas están rodeados por varios frutales, sobre todo cítricos -naranjas, mandarinas y pomelos-, aunque también abundan el plátano, el mango y el café.
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En el medio aparecen diversos tipos de cacao, como el señorita, el pemuco o el cascara de huevo -se llama así por que su corteza es muy fina y el fruto mas pequeño de lo normal-, que provienen de los viejos arboles que Adolfo rescato y revalorizo al comprar el fundo. Es un coleccionista de plantas. Aprovechando también el clima de esta tierra, ha descartado el monocultivo para buscar la diversidad.
Todo es parte de una tradición secular en la que Adolfo insiste: «La siembra del cacao -me cuenta- tiene orígenes ancestrales. se ha disfrutado de sus bondades desde tiempos de los incas, que incluso servían chocolate como bebida en las celebraciones de la nobleza». En este fundo creció el cacao que recibió el premio a la Mejor Barra de Origen en los European Gold Awards de 2013. No me asombró la noticia; cada vez que vengo, descubro algo nuevo. Este cacao es una caja de sorpresas. Me gustan sobre todo los toques de mandarina, limón, mango o banano, que le dan singularidad.
Adolfo elabora sus propias pastas de cacao en El Mangal, un complejo abierto a los turistas dentro de su fundo: los aloja en boungalows, los guía por el lugar, les muestra la diferencia entre los cacaos y les enseña a preparar chocolate. De este modo, aprecian el sabor noble, sencillo y natural de un chocolate que recoge toda la fuerza de la tierra.
1 comment
Hola quiero saber como se puede lkegar alla ,soy de Chile
Gracias estare atenta a su respuesta
Saludos
teresa